Primero el qué y después el cómo

"Se necesita poco para hacer las cosas bien, pero menos aún para hacerlas mal."

Paul Bocuse

 

 

En un curso vi una actividad que me gustó mucho. Se trataba de construir una torre: la más alta, resistente y original que fuésemos capaces de hacer. Y para ello teníamos unas cincuenta tiras de cartulina.

 

Mi sorpresa fue cuando asistí a varios cursos y en todos teníamos que construir la torre más alta, resistente y original con las mismas tiras de cartulina. Al principio, me lo tomé como una prueba de creatividad, pero veinte torres después, acepté que la dinámica de la torre se había convertido en una moda. Y quizás pasajera (aunque como toda moda, se va y vuelve).

 

El caso es que me preguntaba por qué teníamos que hacer aquella torre. La primera vez tenía sentido. Era un seminario de trabajo en equipo y se querían ver los roles que tomaba cada uno y cómo resolvíamos los conflictos. La técnica tenía sentido. Unos eran muy planificadores, otros calculaban a la perfección cómo aprovechar aquellas tiras de cartulina, otros eran activos y querían empezar a pegar las cartulinas desde el minuto uno y algunos eran muy originales y querían hacer adornos y diseños vanguardistas, fueran o no estables. El caso es que había diferentes ideas, opiniones, formas de trabajar y había que llegar a acuerdos. Además, había un tiempo límite y eso obligaba a tomar decisiones rápidas. En fin, se trabajaba en equipo y la experiencias servía de toma de conciencia de cómo se comportaba cada uno. El objetivo estaba claro: definir roles en un equipo. La técnica también: hacer equipos y que cada uno construya una torre bajo unos criterios.

 

En las otras ocasiones, me di cuenta de que la actividad no respondía a un objetivo claro. Era un pasatiempo. Divertido, pero pasatiempo. Resulta que una actividad que a mí me había gustado, a algún docente también le había gustado y había decidido ponerla en práctica. Pero en formación, tenemos una clave: primero el qué y después el cómo. Primero, lo que quiero enseñar; y después, cómo enseñarlo. No se trata de hacer la actividad de moda, sino de hacer actividades que persiguen un objetivo de aprendizaje.

 

Este es un principio que siempre enseño a mis alumnos de docencia: que las actividades tienen que responder a un objetivo, no hacerlas para pasar un tiempo.  Existen muchas técnicas de grupo y actividades que podemos realizar para aprender, pero que sean para aprender.

 

PD. Mi torre nunca fue la más alta, ni la más resistente, pero originales... originales, sí que eran.

 


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